Entendiendo la Neuroarquitectura
La concepción del arte de crear espacios habitables, ha
ido tomando forma en los últimos años.
La relación entre la mente y los espacios
arquitectónicos ha sido tratada por diversas culturas a
lo largo de los siglos.
La distribución de los templos y recintos sagrados,
junto con nociones de numerología y magia para
incentivar prácticas místicas y alojar complejos ritos
iniciáticos, o la enteoarquitectura, filosofía que
propone el uso del espacio para inducir estados
alterados de conciencia. Toda esta información se puede
encontrar en cualquier
portal de
arquitectura en la actualidad.
En otro ejemplo, esta la arquitectura panóptica, propia de las prisiones, y la
cual está diseñada para facilitar una permanente
vigilancia (y la sensación de estar siempre vigilado).
En pocas palabras el ser humano se ha percatado del
influjo que una cierta disposición del espacio tiene
sobre la psique, y que si esta variable se contempla
intencionalmente al momento de construir un inmueble,
pueden conseguirse resultados específicos.
En décadas recientes esta noción de psicoarquitectónica
ha sido vinculada con el diseño biofílico
y modelos similares, que trabajan sobre los efectos
anímicos y psicosociales que un determinado inmueble
tiene sobre la mente humana. Sin embargo, de acuerdo con
el arquitecto y sociólogo John Zeizel, el siguiente reto
para ‘el arte de los espacios’ es intimar con el
cerebro, entender como funciona y el por qué hay
espacios que favorecen ciertos estados de ánimo.
Si bien este concepto de neuroarquitectura no es nuevo,
lo cierto es que tampoco ha logrado consolidarse
plenamente como una corriente. La Academia
de Neurociencias para la Arquitectura (ANFA),
fundada hace una década, confía en que ahora la ciencia
del cerebro está en posibilidad de generar un parteaguas
en el desarrollo arquitectónico. Y según el actual
contexto, que incluye un creciente interés de
inversionistas por financiar estudios y desarrollar
proyectos en este campo, durante la próxima década bien
podría consagrarse como una tendencia decisiva en
nuestra futura relación con los espacios.
En los próximos ocho años seguramente veremos
reafirmarse algunos preceptos arquitectónicos, entre
ellos la tecnosustentabilidad, la simplificación,
sofisticación y economización del espacio (y del costo
de construcción), y la exploración estructural del
movimiento (inmuebles con flexibilidad inédita). Sin
embargo, creo que pocas potenciales tendencias resultan
tan intrigantes en este campo como la neuroarquitectura.
Con la vertiginosa transformación de los aspectos más
importantes de la existencia humana, pulsos evolutivos
desdoblados en áreas tan disímiles como la
espiritualidad y la economía, el arte, la comunicación y
la tecnología, parece que estamos en un momento óptimo
para encarar esta seductora posibilidad: replantear el
diálogo entre nuestra mente y el espacio físico que
habitamos. En caso de lograrlo, en unos cuantos años
podríamos estar programando recintos que faciliten
ciertas funciones cognitivas, favoreciendo así la
recuperación de la salud (en el caso de lugares
dedicados a la sanación), el aprendizaje y concentración
(dentro de escuelas y academias), la creatividad (en
talleres artísticos) y la psiconaútica (dentro de
espacios re-creacionales).
|